- 2 tazas de agua
- 2 cucharadas de melaza
- 1 paquete de levadura seca
- 4 cucharaditas de avena regular, sin cocer
- 2 cucharadas de aceite
- 1 cucharadita de sal
- 3 cucharadas de harina
- 2/3 taza de avena regular, sin cocer
- 6 tazas de harina, dividida
- 1⁄2 taza de agua tibia
Combine la avena con agua y sal en un sartén mediano.
Cocine a fuego mediano hasta que la mezcla hierva, mezclando bien.
Quite del fuego y deje enfriar a la temperatura ambiente.
Disuelva la levadura seca en agua tibia en un recipiente grande.
Déjalo por 5 minutos.
Déjalo por 5 minutos.
Agregue el aceite, la melaza y la mezcla cocida de avena. Añada 3 tazas de harina.
Bata por mano o a velocidad mediana con una batidora eléctrica hasta que esté bien mezclado. Poco a poco, agregue suficiente harina (de las tres tazas restantes) para hacer una masa suave.
Espolvoree 2 cucharadas de harina por toda la superficie para amasar.
Ponga la masa en la superficie cubierto de harina, y amase hasta que esté liso y elástico (más o menos 8 a 10 minutos).
Ponga la masa en un recipiente grande engrasado ligeramente.
Dé la vuelta para cubrir la superficie de la masa.
Cubra y deje aumentar en un lugar tibio 30ºC (85°F), libre de corrientes de aire, por 1 hora o hasta que doble en tamaño.
Cantidad por ración: Calorías 91
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EL PAN - La masa que se coció a través de los siglos
El descubrimiento del pan no fue casual. Nos situamos en la época Neolítica. Un antepasado del hombre conoce las semillas y los cereales y sabe que triturados y mezclados con agua dan lugar a la papilla. Un buen día, este primitivo olvida la papilla en una especie de olla. Al volver, encuentra una torta granulada, seca y aplastada. El primer pan acaba de tomar forma. De esa rudimentaria hogaza, fruto del azar, hasta hoy, la elaboración y el consumo de este alimento ha pasado por distintas etapas.
En el mundo egipcio el alimento de los pobres se componía de pan y cebolla; de ahí el dicho contigo, pan y cebolla. Fue precisamente en la época de los faraones cuando se descubrió la fermentación y el verdadero pan. A través de las relaciones comerciales con los egipcios, Grecia adoptó este producto e hizo de la panadería un arte: crearon más de 70 variedades e inventaron formas diversas, con masas distintas a las que se añadían especias, miel, frutos secos El pan ácimo (sin fermentar) se consideraba un manjar. Para muchos historiadores, el mito de Jasón en busca del vellocino de oro es una metáfora de las rutas griegas que iban tras el trigo.
Y llega la época romana. En un principio, se restringe la elaboración de hogazas; preferían alimentarse de gachas y papillas. El pan era para los pudientes. En el año 30 antes de Cristo hay en Roma más de 300 panaderías dirigidas por cualificados profesionales griegos. Se constituye el Colegio Oficial de Panaderos, de carácter privilegiado (queda exento de impuestos), y se reglamenta la profesión: pasa de padres a hijos. Se mejoran los hornos de tal manera que aún hoy se denomina 'horno romano' a la máquina de calentamiento directo.
En la Edad Media no hubo progresos notables. Desciende el cultivo de cereales y llegan los periodos de hambre y falta el alimento base, el más preciado en las épocas de hambruna. Se muestra en la literatura de la época. En El Lazarillo de Tormes, el zagal cuenta: «Y comienzo a desmigajar el pan sobre unos muy costosos manteles Después, como quien toma una gragea, lo comí y algo me consolé». Los monasterios se convierten en los principales fabricantes y surgen los gremios de artesanos.
A finales del XVIII aumenta la producción del trigo y se consigue una harina mejor. El precio del pan baja. En el XIX se inventa el molino de vapor y se añade una nueva fase a la elaboración: la aireación de la masa. Aparece una nueva levadura y surgen técnicas mecánicas para amasar. Con estas mejoras, la industria se consolida hasta nuestros días
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